domingo, 9 de octubre de 2016

Capítulo 1


Capítulo 1



Jude POV´S

Dulce. Acababa de sentenciar con este golpe la cuarta partida de pool de la noche. Mi bola verde impactó de forma tan directa contra la marrón que ambas se colaron por el agujero sin ni siquiera rozar la bola negra situada apenas a unos centímetros. Mi puntería, una vez más no me había fallado esta noche. Trevor, justo al otro lado de la mesa, miraba exhausto el recorrido por donde habían pasado recientemente las tres bolas. Parecía incrédulo, pero solo era porque el alcohol en su sistema estaba haciendo que sus ideas circularan más lentamente. Él estaba acostumbrado a verme ganar. Sin embargo, caminé hasta la barra de las bebidas y nos serví una copa más de coñac a ambos. Estaba jodidamente fuerte, así que mi estómago casi lo vomita en mitad del trayecto. No me perdí tampoco la mueca de Trevor.

-¿Qué es lo que estamos celebrando, hermano?-Preguntó depositando el vaso vacío en la barra.
Sonreí. Él bien sabía lo que estábamos festejando.

-¿Crees que alguien os vio?

Me giré un poco en mi asiento para enfrentarme a la voz de Ashley, ella estaba apoyada mirándome inquisitoriamente desde el umbral de la puerta de la habitación. Siempre un poco paranoica, no dejando que el éxito del negocio alcanzara nuestra cabeza. Por un lado, supongo que estaba acostumbrado a su preocupación, llevaba más de tres años con nosotros, pero a veces era molesto que alguien empañara tu noche con cosas como esas. ¿Vernos? Éramos los mejores en lo nuestro. Tomábamos cada jodida precaución en el camino y jamás dejábamos testigos si eso significaba que cabía la posibilidad de que nos descubrieran.

-Estoy cansándome de que cada vez que damos un golpe me cuestiones sobre eso.-Tomé aire, estaba cansado. La noche se había alargado un poco por culpa del trabajo y mi cabeza pesaba más a cada segundo.-Sabes que no.

Ella deja salir un suspiro.

-Lo pregunto porque nuestra seguridad también forma parte del trabajo.-Habló tajante.-Entiendo que para ti, tu vida y la de los demás no valgan nada, pero para mí sí. No quiero acabar cortada en pedacitos por culpa de tu ego y autodestrucción.-Sonaba herida.

Maldición, no entendía a las mujeres. ¿Qué mosca acababa de picar a Ash? ¿Es que acaso tenía uno de esos días en los que su período se hacía con el control absoluto de su bocaza? No tenía ningunas ganas de seguir la discusión. Apestaba que Ashley apuntara solo hacía mí, cuando los cinco accedimos a cargar las pistolas con nosotros antes de salir a por Peter Skendell y sus matones. Luego bien que gastaba su parte de la merecida recompensa.

-Lo que sea.-Me separé de la barra con la intención de irme del lugar y regresar a mi apartamento.-Pero si tan preocupada estás por tu integridad física, te recuerdo que la decisión de mantenerte con nosotros es tuya.

-Cómo si pudiera elegir.-Replicó irónica.

-De hecho, puedes.

-¿Y seguir sabiendo de tu culo a través de Trevor? No gracias.

-Tú lo dijiste, no yo.

Me alejé hacia la puerta y eché un vistazo atrás para ver como Trevor cayó sobre la barra en picado, posiblemente incluso antes de que Ash echara la mierda sobre mí. Su cara aplastada literalmente contra la encimera y su baba cayendo cual bebé durmiendo en su cuna. ¿Qué demonios? No sabía si reírme o despertarlo de un puñetazo de lo ridículo que se veía. Por favor, este hombre no podía ser el mismo que había disparado hoy tres balas en el pecho del guardaespaldas de Peter Skendell sin la necesidad de un solo pestañeo.

Suspiré y despedí a Ashley con la mano. Mi coche esperaba en el parking, justo en el piso de abajo. En vez de hacer mi camino directo de diez minutos hasta mi apartamento, opté por desviarme en la última curva y conducir un par de calles más. Decían de muchas ciudades que eran tan activas y luminosas por la noche, que nunca dormían, eso escuché sobre Los Ángeles o Las Vegas, sin embargo, si alguna de esas afirmaciones cobraba un sentido más real era la que se refería a la gran ciudad de Nueva York. Podría ser perfectamente de día por la cantidad de luces, personas y locales abiertos en cada esquina. Y a pesar de mi afición por la oscuridad y la clandestinidad, de vez en cuando me gustaba perderme entre el barullo, las risas y murmullos de la gente y el tiempo. Para alguien al que la vida le había tratado tan mal y buscaba la mayor distancia posible de la gente por su propio bien, yo necesitaba el calor humano tanto como el aire para respirar. Simplemente esta era la penitencia que había elegido para mí: quitar vidas a sueldo para pagar deudas hasta que alguien pusiera fin a la mía. ¿Qué llegaría antes?


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La mañana definitivamente comenzaba mal. Apenas era la hora del almuerzo de media mañana y ya tuve que hacerme cargo de más de la mitad de clientes de Logan. Ese maldito adolescente que acababa de llegar al negocio de pizzería en el cual ocupaba gran parte de mi tiempo, era solo un recién llegado y ya estaba alterando el local de una manera loca. No sabía dónde estaban la mitad de los ingredientes en la cocina, tampoco tuvo la suficiente memoria para quedarse con las temperaturas adecuadas para cada pizza una vez metidas en el horno, y por no hablar de su mal interpretación de camarero amable. Así, para ser su primer día, todo marchaba mal y me está sacando de mis casillas. Deseaba poder haber conservado mi soledad en la tienda como empecé hace unos meses, pero la semana pasada, John habló conmigo para informarme de que iba a cambiar eso, el negocio estaba en crecimiento y yo solo no podía encargarme de todo. Entonces se le ocurrió la fantástica idea de “contratar” a su hijo mayor para trabajar en el negocio, un chico estúpido, sin experiencia ni ganas de trabajar que tenía que tolerar porque me arriesgaba a que éste sencillamente fuera con el chisme a su padre, acabando firmando mi carta de despido. Joder, adoraba la simplicidad de matar a gente por encargo frente a esta situación comprometida de mierda.

Me separé un poco de los fuegos y volví a echar un vistazo a la caja, donde el chico Logan, intentaba mantener una conversación más allá de las dos palabras con un cliente. Apestaba como él se desenvolvía, pero solo podía desearle suerte para que el cliente no se espantara y lo perdiéramos. Si mi escasa paciencia no se había agotado aún era porque tenía un cariño interno hacia su padre, quien había confiado en mí en primer lugar para dejar su negocio a cargo. Era un buen hombre, despistado a veces –se olvidaba la mitad de los días las llaves de su casa en la tienda de pizzas y viceversa-, pero creía en John como en muy pocos. Habíamos llevado el negocio nosotros dos solos desde meses atrás, consiguiendo lo que hasta ahora se convirtió en el mejor de la zona. Este Logan tendría que aprender, me ocuparía de ello.

-¿Qué es lo que ha pedido?-Me acerqué una vez el cliente al que atendía en la barra se hubo ido.
Logan me miró, su cara todavía un poco demasiado pálida para estar en una tienda donde seguramente superábamos los 30º grados de temperatura.

Bajó su cabeza y cerró la caja registradora. Juraría que estaba evitando mostrarse avergonzado delante de mí.

-Él ordenó seis pizzas grandes para dentro de una hora. Las llamó algo así como ¿londinenses?

-¿Qué?-Exclamé.- ¡Para dentro de una hora!-Grité enfurecido.-¡Logan de ninguna manera! Es imposible que pueda tener tantas pizzas para menos de una hora, te dije que me consultaras en los pedidos.

Con mi puño golpeé la encimera del mostrador y cubrí mi cara con mis manos. Demonios, no quería que en su primer día viera todo lo malo de mí ser lanzado, pero estaba haciendo realmente un buen trabajo con eso.

-Mmm… No pensaba que sería un problema.-Susurró.

-Pues lo es.-Dije mirándolo fijamente. El miedo cubrió su rostro de repente.-Las pizzas londinenses llevan todos los ingredientes de la casa, además de algunos especiales que guardamos en el almacén. A parte son grandes y la temperatura de exposición es mayor.-Expliqué.

-Tío, yo solo hic…

Lo interrumpí. Ni siquiera estaba yendo por ahí.- No me llames tío, no soy tu colega, Logan.

Maldito crío de instituto. Si tan siquiera se hubiera aprendido el nombre de las pizzas de la carta y sus ingredientes generales… Pero ni eso le puedo pedir. Negué con la cabeza, ¿Qué solución había?

-Ven conmigo a la cocina. Me ayudarás con las pizzas.

-Per…

Le mandé una mirada dura, y esperaba por Dios, que con esa mirada no cuestionara ni una sola vez más mis órdenes y me siguiera como mi sombra hasta la cocina. Tenerlo cerca era la única garantía de que no acabara quemando esta tienda para el final del día.

Tragó saliva.-Entendido.


Una hora más tarde, la última pizza se estaba cociendo en el horno y despaché a Logan de nuevo al mostrador para atender a la clientela de medio día. Se suponía que estaba todo el trabajo hecho, pero para esta hora ya el sudor me cubría la frente por culpa de las prisas. Tendría que asegurarme de que no volviera a cometer algún error como este.

Logan atravesó las puertas de la cocina:

-Ha llegado el cliente de las pizzas londinenses.-Anunció.

-Pídele que espere cinco minutos, voy a meter las pizzas en los cartones.

-Bien.-El chico hico el amago de regresar, pero se detuvo en el umbral y carraspeó.-Mmm, esto… Gracias por cubrirme.

Eso era bueno, aunque a las malas, Logan estaba aprendiendo. No se lo diría a su padre por esta vez porque yo también cometí errores en mis comienzos en la tienda, solo que no hubo nadie antes ahí para ayudarme.

-Solo asegúrate la próxima vez con los pedidos grandes.

Él asintió girándose por las puertas.

No demasiado mal quedaron las seis pizzas, las guardé cuidadosamente en las cajas, y todavía calientes. Depositándolas en el mostrador despedí al cliente mientras Logan lograba darle las respectivas vueltas del cambio. Según salía el hombre, vi a dos figuras familiares abrir la puerta de la pizzería y guiñarme el ojo al entrar.  Ahí estaban mis chicos de nuevo.
Reí para mis adentros quitándome el delantal de encima. Lo lancé al cuarto de baño de personal con puntería pero sin doblarlo, como hacía siempre.

-Hora de irse, Logan.-Grité.

Después salí junto a los chicos a la calle. Inmediatamente me pasaron un cigarro.

-¿Compañero nuevo?-Sonrió Cameron.

-Es el hijo de mi jefe, así que sí, mierda nueva.-Respondí, exhalando el humo.

-Si no supiera la lealtad que le guardas a su padre, te sugeriría que le hiciéramos una visita.

Sabía que Cam bromeaba, le gustaba a veces mofarse un poco demasiado con la gente que le molestaba o le parecía, y gastarle todo tipo de bromas pesadas para asustar más que para sacar beneficio. Tan bien como podía sonar eso, no era muy partidario de ello. No era un sádico loco del todo. No disfrutaba infringiendo mal ajeno a las personas, bueno al menos no a personas legítimamente inocentes. Entiéndame, si esas personas no merecen o deben morir, no seré yo quien ponga ese pensamiento en sus cabezas y los vea hacerse pis en sus pantalones. Pocas veces la sangre de mis asesinatos me quita el sueño como esas imágenes de gente desesperadamente convencida de que su final se acerca. Mi conciencia parcialmente trabajaba tranquila sabiendo que todos aquellos a los que asesinábamos eran unos cabrones, y descansaban entre las llamas del infierno.

-Creo que le daré una oportunidad, no es mal muchacho.

-Tiene acné.-Justificó Erick a mi lado.

Junté mis cejas, porque este hombre cada día era más estúpido. No era raro que casi todo lo que saliera de su boca fuera sin sentido. Sostenía a todas horas su cigarro de hierba entre los labios como si quisiera comérselo en vez de fumárselo. Quizá toda la vida consumiendo drogas finalmente estaban acabando con su diminuto cerebro. Por supuesto que el muchacho tenía en su cara algo de acné, ¿Qué podría tener, dieciséis o diecisiete años a lo sumo?

Cam estalló en risas.-Tío ya estás colocado, y todavía no hemos comido.

De repente tuve hambre ante la mención de Cam.

-¿Dónde anda Trevor, por cierto? Mi estómago reclamaba energía.

-De eso queríamos hablarte.-Dijo Cam.-Lo llamaron esta mañana para darnos algunos nombres. Salió hace una hora para cerrar los detalles, así que mañana tendremos nueva salida.-Levantó sus cejas con diversión.

-¿Por qué llamaron a Trevor y no a mí como suelen hacer siempre?-Cuestioné.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos, después Erick añadió:

-Ni idea, pero lo importante es que saben que somos efectivos, a parte estamos limpios, ya sabes, la policía jamás ha husmeado a nuestro alrededor.

Cierto. De momento eso era una ventaja que debíamos aprovechar. Sabía de otras personas en el negocio que un fallo, una pista, evidencia o descuido en la escena del crimen o en la fase de ejecución fueron su perdición. Ahora el frío y hostil suelo de la cárcel era su nuevo hogar. Estar expuestos de esta manera cada día hace que la precisión sobre nuestros objetivos tenga que ser lo más exacta posible.

Saqué otro cigarro de mi bolsillo trasero de los vaqueros y lo encendí.

-De acuerdo chicos, entonces nos vemos esta tarde para que Trevor nos explique los detalles.

-Les mando un mensaje a él y a Ash para que nos juntemos en Dragon´s.-Dijo Cam.
Erick y yo asentimos.

De camino al coche, sentí mi móvil vibrar en los pantalones. Saqué las llaves del coche y conecté el manos libes una vez me senté en el asiento del conductor.

-Oye, cara bonita.
Negué con el cabeza, maldito Trevor y maldito su apodo.

-Dime, niña.-Contesté.

-Leyendo el mensaje de Cam ahora mismo, parece como que te pusieron al día ¿No?

-Ajá.

Maniobré con el volante para salir del aparcamiento hacia las calles saturadas del centro de Nueva York.

-Guay, ya os contaré esta tarde pero parece jugoso. Nuestro jefe mueve pasta en esta ciudad, por lo que sospecho que vais a querer besar mis sucios pies cuando os cuente la cifra por la que tenemos firmado el acuerdo.

-Es difícil superar la del año pasado, acuérdate de la banda de narcos del puerto.

Se escuchó la sonora carcajada de Trevor al otro lado del teléfono.

-Hermano, la supera con creces.-Afirmó.

Mi buen humor estaba cambiando, porque las cifras altas gustaban a cualquiera –hacerse rico y esa mierda- pero también llevaban consigo más peligro, más riesgo…

-¿Qué me estás queriendo decir?

Trevor calló por un momento, pero pude distinguir un suspiro.- Cuando este tipo me localizó esta mañana, no sonaba como una oferta cualquiera, más bien como un cumplimento de orden.

¿Qué mierda?

 Frené en seco para no comerme al coche que circulaba delante. El tráfico era infernal a esta hora. Pero lo que me estaba diciendo Trevor, realmente no lo entendía… No éramos súbditos de nadie, si por algo habíamos sobrevivido tantos años era porque trabajábamos por nuestra cuenta, sin nadie por encima dictando órdenes. A pesar de los encargos siempre funcionábamos trabajando con un cierto margen de libertad. Ese era el principio de nuestra profesionalidad, el por qué éramos respetados. Que un desconocido viniera hacia nosotros, sabiendo nuestro método de trabajo, de esa manera era extraño. Aunque sin duda, la cantidad que según Trevor era tan irrechazable era también por ese mismo motivo.

-Sabes cómo hacemos esto, Trevor, siempre a nuestra manera. Elegimos y declinamos ofertas según nuestros intereses.

-No sonaba como si nos dejara muchas más opciones que hacer lo que decía.

-Entonces lo rechazaremos.-Decidí.

Porque bien el dinero importaba poco si la vida de mis chicos se estaba poniendo sobre la mesa.

-Hay algo más, Jude.- Y por su tono de voz, supuse que era igual de malo que lo anterior.

-Lo discutiremos esta tarde cuando estemos todos. Allí nos expondrás los detalles.

-Como digas.-Contestó.

-Sí. Porque puede que esté a punto de bajarme de mi coche y caminar hacia los de delante arremetiendo a puñetazos contras las ventanillas.

Odiaba los atascos hasta la muerte.

Trevor recuperó su tono divertido habitual.- ¿Necesitas desatar a tu pequeño hombre Neandertal?

-Sería más como mi pequeño King Kong, si me permites.

Gruñí y frené de nuevo para no comerme al coche de delante.

-Les deseo entonces suerte a todos esos conductores que no saben a quién tienen al lado.

-Voy a hacer contigo lo mismo cuando te vea.-Me burlé.

-Tal vez si no amaras tanto besar mi culo, cara bonita.

La llamada se cortó.

Pedazo de idiota. Iba a patearle las pelotas por ese comentario, Jesús. Deteniendo ese pensamiento, capté por el rabillo del ojo, como un pequeño coche amarillo pretendía cambiarse a mi carril aunque los dos estaban prácticamente detenidos por culpa del semáforo en rojo. Esto era el colmo. Media hora parado a consecuencia del tráfico y ahora conductores capullos se atrevían a tomar ventaja. Giré el coche entonces hacia la izquierda, bloqueando su camino.

 El coche amarillo se detuvo en seco.

¿Sorprendido? 

Pues prueba con esto: toqué el pito de mi Nissan e hice acelerar a todos los coches de mi fila a la vez –incluso algunos de la izquierda- que pensaron que el semáforo había cambiado su color a verde, por lo que cuando este lo hizo, todos en manada arremetieron contra el acelerador llevándose casi todo por delante. Con todo me refiero al coche amarillo –un Honda Civic Type-R- que había quedado a medio camino de los dos carriles, así que cuando quiso volver a meterse delante de mí, aceleré a toda potencia. El coche amarillo no pudo más que echar marcha atrás, esquivándome por los pelos pero rozando al de atrás de la fila de la izquierda. Sonreí victorioso mientras me alejaba a todo gas por la calle, porque de vuelta yo era el matón y no la presa.


jueves, 6 de octubre de 2016

Prólogo "Insaciable"


-¡Uno!
-¡Dos!
Aprieto los dientes con fuerza, esperando impaciente lo que viene a continuación. Cuando mamá termine con la cuenta atrás, tengo que levantar mi trasero del sofá y correr a mi habitación antes que mi hermano Jace. Si yo llego antes a la cama, entonces mamá me leerá el cuento más largo de los dos, y pondrá dos galletas más de la cuenta en mi mochila del colegio mañana para el almuerzo. Creo que eso es lo suficientemente genial como para estar así de nervioso. Amo las galletas de chocolate que hornea mamá, las cubre con alguna clase de...
-¡Y dije... Tres!-Acaba ella con una sonrisa.
Sin perder un segundo más me lanzó hacia las escaleras, pero a Jace pareciera que le acabaran de crecer alas, porque ha pasado por delante de mí sin esfuerzo. Miro hacia atrás desconcertado, y veo a mamá hacerme gestos para que continúe subiendo escaleras. Me está animando a seguirlo. Vuelvo la cabeza hacia delante y fijo mis ojos en la espalda de Jace. Me lleva ventaja... No sé que hacer, pero sigo avanzando todavía queda camino hasta su habitación.
A partir de ese momento no me detengo, dejo hacer todo el trabajo a mis piernas hasta el punto de que siento el calor crecer y teñir mis mejillas. En el momento en el que estoy a la altura de Jace, agarro su brazo y lo retengo mientras lo adelanto chillando de alegría. Me aprieta en respuesta, forzando el agarre para que lo suelte, pero quiero ganar, así mamá me arropará y me leerá un cuento. Toco la puerta de mi habitación y me abalanzo dentro, sé que Jace quedó solo atrás, lo oigo sollozar en el pasillo, llamando a mamá.
¿Cuándo aprenderá? ¿Es que a caso es un cobarde?
Llorar no sirve para nada, salvo para dar lástima. Te hace ver débil, papá me lo ha dicho muchas veces.
-¡Ha hecho trampas, mamá!-Grita enfadado.-¡Jude es un idiota tramposo!
-Cálmate, de todas formas voy a dejarte elegir cuento esta noche, ¿Bien?
-Pero no he ganado...-Contesta mi hermano sorbiéndose las lágrimas.
Mamá susurra, pero oigo perfectamente lo que dice.-Para mí sois ambos ganadores, habéis peleado. Y al fin y al cabo todo queda reducido a eso.
-No lo entiendo.
Escucho una pequeña risa.
-Lo sé. Todavía no, cariño.-Dice ella.- Pero pronto, sabrás que en la vida no triunfa el más fuerte, sino el más luchador y sabio.
Asomo la cabeza por el pasillo, y veo como mamá da la mano a Jace y lo acompaña a su habitación. En el trayecto me da un guiño, el cual yo no tardo en devolver. Es nuestra contraseña de cada noche, la que sella el secreto que guardamos por un día más.

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Sinopsis "Insaciable"



Esto no es una historia de amor.
Esto no es un juego.
Esto no es una pesadilla de la que puedas despertarte.
Esto no es algo de lo que serás capaz de olvidarte.
Esto es un secreto del cual no conseguirás escapar. No puedes contarlo. No puedes deshacerlo. No puedes alejarlo. No puedes respirar. Lucha contra el miedo porque él es insaciable... ¿Y tú?